Más reglas empíricas (vale decir, aplicables en muchos casos, aunque no en todos):
6. El mundo que se crea en una historia (se conoce como mundo ficcional) puede ser como plazca a su creador, pero debe ser congruente consigo mismo: una vez que se han establecido sus características, es mejor no cambiarlas, de modo que el lector no se sienta engañado a la mitad del texto. (Por ejemplo, ocurriría si un personaje al que todos describieran como "alegre de toda la vida" nos fuera descrito de pronto como "triste de toda la vida" sin que hubiera una explicación lógica para el cambio de actitud y de la percepción de quienes lo describen.)
7. Eviten el dar un "mensaje" explícito en la historia: las moralejas al modo de la fábulas tienden a disminuir el valor del texto y acentuar el de una enseñanza que no necesitaba, en principio, al texto. Es mejor que el lector infiera ese mensaje, si quieren darlo, de una trama que se desarrolle y concluya ilustrando lo que intentan decir.
8. Una historia parece más armoniosa si mantiene cierta simetría: si ciertos elementos de ella se repiten, iguales o modificados, en más de un lugar. En su disco, "Los dos reyes y los dos laberintos" de Jorge Luis Borges tiene una estructura perfectamente simétrica: en ambas mitades del texto hay un rey que ataca a otro, un laberinto, una victoria y una derrota.
9. Una historia parece más profunda si es necesario que el lector haga un poco de esfuerzo para penetrar esa profundidad: si no toda la información se nos da inmediatamente, si no entendemos de inmediato los motivos de un personaje para actuar como lo hace, etcétera. (Cuidado: esta información debe retrasarse, no negarse, y el creador de la historia debe conocerla.)
10. Escriban historias sobre temas que les apasionen. Lo que han hecho aquí son ejercicios, planteados más para tratar la técnica que la pasión, y ambas se necesitan. Pero la técnica se puede aprender, mientras que la pasión se tiene o no se tiene.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario